Qué feliz asociación: Joshua Bell y buena música. Por todo lo que el repertorio clásico ha hecho por Bell, un niño prodigio estadounidense cuya estrella nunca dejó de ascender, le ha devuelto el favor una y otra vez. Su forma de tocar se mantiene impecablemente bien informada y sedosa después de cuatro décadas en el centro de atención, y logra la preciosidad del virtuosismo clásico sin hundirse en el cruce de arroyos.
El jueves 3 de febrero, Bell ayudará a UCSB Arts & Lectures a celebrar un regreso triunfal de recitales clásicos en el Teatro Granada con el pianista Peter Dugan en un programa que defiende el caso del violín como el instrumento musical más trascendente. Relajado, abierto, consciente de sí mismo y lúcido sobre lo que él y la música pueden hacer, Bell transmite un mensaje tácito de esperanza que es profundamente inclusivo y empático.
Después de casarse con la soprano Larisa Martínez en octubre de 2019, Bell chocó contra la misma pared que cualquier otro artista en la primavera de 2020. Ante la perspectiva de pasar la pandemia en su casa de Gramercy Park, Bell renunció a su casa de campo en el norte del estado de Nueva York. , donde se refugió en el lugar con Martínez, sus tres hijos y una pelota de baloncesto que pasó horas tirando a través del aro en la entrada de su casa. En asociación con Martínez y Jeremy Denk, Bell entregó una de las actuaciones en casa más exitosas de la pandemia, En casa con música, un programa de televisión de PBS y un álbum posterior que abarca desde Chopin y Bach hasta canciones de West Side Story.
Como parte del programa Arts & Lectures de los jueves por la noche, Bell interpreta algunas de las obras más veneradas del repertorio para violín. el schubert Sonatina en re mayor es un favorito personal de Bell; el Sonata No. 7 de Beethoven está, como me señaló Bell en una conversación telefónica la semana pasada, en el mismo tono que el Quinta sinfonía; y la conclusión del concierto, la Sonata para violín y piano n.° 2 de Maurice Ravel, es una de las cumbres innegables de la composición del siglo XX. El movimiento lento, con matices de blues, conecta a Ravel con América y Gershwin, y el final, marcado como "perpetuum mobile", conecta a los artistas y al público con la eternidad.
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